En el centro de la costa atlántica de la provincia, sobre una gran zona
humeda, se halla el Parque Natural Bahía de Cádiz. A pesar de la elevada
presión humana, aún se conservan zonas casi intactas como las Marismas
de Sancti Petri y la Isla del Trocadero, declaradas Parajes Naturales.
En torno a ellas, se encontraron restos fenicios, y romanos, como el
Templo de Hércules, en la Isla de Sancti Petri, y el antiguo puerto en
el Caño del Trocadero, vinculado al comercio con las Indias. Y es que el
importante valor estratégico y defensivo de esta zona influyó en la
temprana aparición, hace 3.000 años, de asentamientos humanos en la
Bahía, que han legado un excepcional patrimonio de antiguas
fortificaciones.
La intrusión del mar y la desembocadura de los
ríos Guadalete y San Pedro, junto con el suave clima mediterráneo,
determinan las características ecológicas de este humedal y su gran
diversidad paisajística: playas, dunas, lagunas, marismas y esteros. Una
de las opciones más interesantes para descubrirlas es el recorrido
náutico del caño de Sancti Petri, tanto en piragua como en barco de
vela. También se ofertan actividades como rutas a caballo y buceo, desde
los distintos clubes y puertos de la costa.
En las marismas,
protagonistas del Parque, se encuentran plantas como espartinas,
salicornia y sarcoconia según el nivel de inundación. La vegetación
también invade las dunas, estabilizándolas conforme se alejan de la
costa. Desde barrones hasta la rubia de mar o la clavellina pasando por
el cardo de mar o el tártago marino son ejemplo de estas especies
dunares. Alrededor, se abren paso los pinos piñoneros, acompañados de
arbustos que sobreviven estoicamente a la salinidad ambiental. Como
muestra del denso pinar que se extendía entre El Puerto de Santa María y
Puerto Real, aún quedan enclaves como el Pinar de la Algaida. En este
marco habita el camaleón común, una especie en peligro de extinción.
Su
posición entre los parques naturales de Doñana y el Estrecho lo
convierten en un enclave privilegiado para observar las aves que migran
entre Europa y África. Este lugar alberga algunas de las colonias
españolas más importantes de charrancitos, cigüeñuelas y avocetas. En
las playas, el visitante divisará alcatraces, cormoranes, gaviotas
patiamarilla y especies limícolas como ostreros, además de correlimos
tridáctilos, agujas colipintas, charrancitos y chorlitejo patinegro.
Otros habitantes son el elegante flamenco y el águila pescadora.
La
vida de muchos de los habitantes del lugar ha girado en torno a las
salinas, condicionando su subsistencia desde tiempos inmemoriales y
marcando su carácter. Conviene realizar un recorrido por sus senderos
para comprobar su influencia en el paisaje, destacando las Casas
Salineras y las Salinas del Río Arillo. A la par se puede contemplar
multitud de aves desde los observatorios ornitológicos habilitados.
Actualmente,
la extracción de sal ha dejado paso a otras actividades como el
marisqueo de estero, la pesca de bajura y la pujante acuicultura,
principales recursos de la zona. Conviene degustar in situ langostinos,
almejas, ostras, lubinas, lenguados, lisas y doradas de estero,
apreciados por su calidad. Son famosas las tortillas de camarones,
elaboradas con harina de garbanzos, antiguamente producida en molinos
mareales, algunos de los cuales an se conservan en pie, todo ello regado
con vinos de la zona.
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